Ya sé que los cazadores lo ven de otra manera. Que para ellos la caza es un deporte, una manera de confraternizar con los amigos, un modo de fabricar recuerdos comunes con sus hijos.
También sé que la Naturaleza, como madre que es, no hace distinciones entre los que siembran en ella muerte o los que siembran vida, y que la inocencia absoluta de los animales les hace lucir su irrepetible belleza tanto ante quienes les admiran como ante quienes les disparan. Escucho, estos días, las secas detonaciones, el ladrido de los perros, las voces alteradas de los hombres justo un segundo antes del silencio de la muerte. También en algunos pueblos en fiesta padres e hijos unidos acosan a un animal condenado sin paliativos a padecer tortura y muerte; es su manera de pasar el testigo a la generación que viene: de grabar en ella actitudes. Es un legado.
También sé que la Naturaleza, como madre que es, no hace distinciones entre los que siembran en ella muerte o los que siembran vida, y que la inocencia absoluta de los animales les hace lucir su irrepetible belleza tanto ante quienes les admiran como ante quienes les disparan. Escucho, estos días, las secas detonaciones, el ladrido de los perros, las voces alteradas de los hombres justo un segundo antes del silencio de la muerte. También en algunos pueblos en fiesta padres e hijos unidos acosan a un animal condenado sin paliativos a padecer tortura y muerte; es su manera de pasar el testigo a la generación que viene: de grabar en ella actitudes. Es un legado.
Ya sé que en términos absolutos todo da igual, que al final todos moriremos algún día, nosotros, los toros y las codornices. Pero a diferencia de ellos, nosotros podemos elegir cómo queremos ser recordados.
Luisa Cuerda
No hay comentarios:
Publicar un comentario